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La mejor amiga de una mujer es otra mujer

Cuando pasamos por situaciones que nos quitan la paz interior, es más que normal que nuestro instinto nos impulse a buscar ayuda. Recurrimos a esas personas que nos levantan el ánimo, que tienen una respuesta acertada o que simplemente están ahí para dar apoyo, solo escuchando nuestro problema y diciendo un “todo estará bien” acompañado de un abrazo. Y pues muchas veces una sola persona es el “todo en uno”: quien te dice lo que no te gustará oír, pero calma tu ansiedad dándote una respuesta a tu problema y dándote las muestras de cariño que necesitas.
En tu vida, ¿quién es esa persona? ¿O acaso son varias? ¿Qué rostro se te vino a la mente primero?.
Bueno, puedo decirte que, en la mía y en la de muchas otras mujeres que conozco, esas personas tienen rostro de mujer: una madre, una abuela, una mejor amiga (o un grupo de amigas), una prima, una hermana, o tal vez alguien que solía ser una completa desconocida y se convirtió en un “ángel de la guardia” … Mujeres, que darían lo que fuera por sanar nuestras heridas. Mujeres que se empatizan con el sufrimiento de cada una y sirven como puente a la salida. Mujeres que, al ver el cambio positivo en la vida de la otra, se convierte en la voz de aliento que inspira a seguir conquistando más metas.
El cafecito semanal con mamá que te reinicia la vida, la llamada de WhatsApp con tu grupo de amigas para hablar de todo y de nada que te llena de felicidad, esa reunión de primas donde las risas y los abrazos no faltan o la charla a corazón abierto con tu hermana o tu mejor amiga que te da una perspectiva diferente de un problema que “te come la cabeza” ¿Te identificas con una de estas situaciones? Pues todas esas cosas, que parecen pequeñas, forman parte del superpoder que tenemos cuando las mujeres nos unimos: el cuidado.
Quien tiene la labor de cuidar, genera la seguridad y confianza necesarias para que aquellos que se favorezcan de sus acciones puedan crecer y desarrollar todo su potencial. Cuando cuidamos, las mujeres tejemos redes de apoyo que cumplen justamente aquello: ser refugio y catapulta para nosotras mismas y para quienes lo necesiten, porque así somos: lo damos todo solo por buscar el bien de las personas a quienes acompañamos, desprendiéndonos del resultado.
Entonces, si somos generosas, amorosas y comunitarias, ¿por qué pensar que somos el enemigo? Reproducir esa vieja creencia de que somos incapaces de cuidar la una de la otra y entregar lo mejor de nosotras mismas a aquellas que nos necesitan, mientras cada una de nuestras redes de apoyo certifica a diario que somos ejemplo viviente de que la mejor amiga de la mujer es otra mujer, detiene nuestro progreso colectivo como lo que somos: una parte activa y fundamental de la sociedad.

Te invito a romper esquemas y dar el primer paso para ser el cambio que quieres ver en la sociedad: abrazar tu esencia de cuidadora.
Alejarnos nos resta poder. ¡Juntas somos más!

Nadia Angulo Bennett

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